En otro aniversario del fallecimiento del Padre de la Patria, recuerdo que «San Martín – Rosas – Perón” es la línea histórica que encuentra y define el espíritu nacional, en las ideas y en su composición social y popular, fundamental en los diferentes movimientos de liberación en la historia argentina, que se estructura en base al pensamiento y la acción de tres liderazgos trascendentes: José de San Martín, Juan Manuel de Rosas y Juan Domingo Perón.
Por: Dr. Alejandro Gonzalo García Garro
Pero al igual que le sucedió a las grandes mujeres y hombres de nuestra patria, San Martín fue víctima de una enorme falsificación histórica mediante la cual su vida y obra fueron convertido en un mito alejado de larealidad.
El mito sanmartiniano tiene un fundamento político y se basa en la obra de dos plumas que, en distintos siglos, delinearon la figura del prócer ajustándola a las necesidades políticas de la oligarquía: el San Martín de Bartolomé Mitre y el «Santo de la Espada» de Ricardo Rojas.
La historia de Mitre, muy bien escrita y mejor documentada, se propuso asentar los mitos fundadores de la Nación. Si el mito es el relato de los orígenes, lo que a Mitre le interesaba era instalar institucionalmente, a través del mito histórico, un discurso político y una historia oficial que permita reconocernos en un pasado “propio”. Obviamente, un pasado circunscrito dentro los conceptos ideológicos del liberalismo porteño, a los intereses de clase que defendía y representaba Mitre y políticamente funcional al poder oligárquico durante el siglo XIX y parte del S. XX.
Ricardo Rojas, por su parte, vacía de contenido político la biografía de San Martín y lo mitifica como un santo laico, inmaculado: «El será en medio del tumulto emancipador, algo así como un monje armado, ejemplar nunca visto de santidad paladinesca, Cid de nuevas Castillas fundido en un Loyola de misticismo laico». Para Jauretche, Rojas es el responsable de la sacralización y mitificación de San Martín en «El Santo de la Espada», «levantándolo como héroe moral para anularlo como jefe de la revolución latinoamericana y decidido antirrivadaviano».
Nuestro panteón nacional, con la ausencia de Rosas y la presencia de circunstancia de Sarmiento por ejemplo es el que corresponde a la tradición mitrista. Con un San Martín vaciado de significado político y negado en sus rasgos nacionales más profundos. Muy similar a lo que se hizo con Mariano Moreno. Allí San Martín es un prócer al que se debe darle una auténtica resignificación a su figura que hace a la reconstrucción del mito histórico por otro más integrativo, más nacional, más inclusivo.
No se trata sólo de historia, se trata primordialmente de política y la interpretación política que se hace de la historia. Pero, en fin… la polémica sigue…
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