Concordia: Ollas populares para hacerle frente al hambre

Se llama Gustavo Berdun tiene 25 años y es albañil, tiene la humildad de un grande y no quiere destacarse públicamente por su acción, “simplemente lo hago para asegurarle un plato de comida a la gente”, dice.

Foto: Diario El Sol

 

Un joven que tuvo la iniciativa de cocinar para sus vecinos al ver que muchos de ellos no tenían para comer. El protagonista se llama Gustavo Berdun, un albañil de tan solo 25 años.

El mejor ejemplo de asociativismo en la crisis lo dan los vecinos del barrio Agua Patito, tal vez porque el lugar surgió para las familias afectadas por las crecidas del río y conocen de cerca lo que es la solidaridad. Gustavo vio la necesidad que hay en su barrio, y a veces la propia cuando no tiene trabajo, y se puso en marcha, comenzaron aportando $20 0 $30 para un paquete de arroz, papas o alguna cebolla, junto con un poco de verdura y de carne empezaron en una esquina a cocinar.

“No es fácil ver a los nenes del barrio que pasan hambre y no encontramos soluciones, no tenemos comedor ni tampoco con ayuda de algún organismo, es por eso que decidí que teníamos que preparar la comida”, cuenta Berdun.

“No es fácil, hay veces que no hay nada, y cada vez se suma más gente porque la necesidad es real”, afirma.

Todos los días pasa casa por casa a partir de las 18.00 horas pidiendo la colaboración para cocinar, luego comienza hacer el fuego con maderas que consiguen en la zona, generalmente sobrantes de algún aserradero, después se cocina bajo la luz del alumbrado público de la calle, es toda una ceremonia, todo un ritual donde los nenes se juntan en torno a la olla y siempre se arma algún partido de pelota.

El mate siempre está presente para acompañar a los cocineros que entre charlas y risas preparan con amor con el deseo de ayudar al prójimo, lo que luego será la vianda nocturna tal vez la única comida de la jornada. Es común ver a las familias que concurren a buscar el guiso recién hecho que a veces puede ser de arroz o fideos.

Todos los días Gustavo tiene la incertidumbre de no saber si va a poder reunir los vivieres suficientes para encarar la comida. “No sabemos qué se va a cocinar al día siguiente, porque tenemos que ver con cuánta plata contamos para comprar la carne o un pedazo pollo, entre todos juntamos unos $450 y con eso vamos viendo que es lo barato y que se puede hacer”.

Gustavo también nos comenta que esto se lleva adelante gracias a un grupo de vecinos que se organizó y que todos los días de lunes a viernes tratan de que cada gurí del barrio se pueda dormir con la panza llena.

“Bien sabido es que la plata no alcanza, cuando una familia tiene 7 u 8 chicos no es fácil poder llenar la olla, y los padres preferimos muchas veces que coman los nenes y nosotros aguantar con un mate”, comenta Verdun.

“Cuando llueve se nota aún más la miseria, la gente se desespera por darle de comer a la familia y la mejor alternativa es esta olla popular impulsada por nosotros mismos. Nos dimos cuenta que entre nosotros podemos poner todos un poquito y hacer que la olla se llene. Igualmente no es fácil, un kilo de carne cuesta $180 pesos y con dos kilos no alcanza pero igual le ponemos un poco de carne y pollo. En la esquina siempre nos juntamos a cocinar y cada día somos más”, nos relata este joven de 25 años padre de dos hijas.

En el barrio la mayoría de las familias viven de changas en la construcción o la cosecha de citrus o arándano y el trabajo en los montes. “Los días que llueve nadie puede salir a trabajar y estamos buscando la alternativa de que cada uno coma. Gracias a la colaboración de personas, día a día, llevamos adelante este proyecto que comenzó con una olla muy chiquita que tenía una vecina. Hoy somos muchos los que comemos de una olla más grande que conseguimos y eso permitió que sean más las raciones y que más gente pueda comer”.

Fuente: Diario El Sol